domingo, 11 de noviembre de 2012

CUANDO EL PREJUICIO NO ES MALO



Nos enseñaron toda la vida que juzgar a los demás es malo, y que prejuzgar es aún peor. Pero quienes nos alertaban sobre estas inapropiadas conductas sociales no advertían que formarse un concepto de los otros a través de lo que conocemos de esas personas, o de lo que no conocemos, es inherente a la propia naturaleza humana. Necesitamos interpretar la realidad para tomar decisiones de todo nivel, y en ese entendimiento del entorno evaluamos constantemente a quienes nos rodean, formando opiniones. Si no lo hiciésemos nos quedaríamos paralizados, ya que la opinión precede a las decisión, y ésta a su vez a la acción.

Un juicio puede ser equivocado, pero cuando se realiza en forma cuidadosa, crítica y reflexiva tiene mayor posibilidad de ser acertado. El juicio acerca de los demás se basa en lo que conocemos de esas personas. Pero conocer requiere tiempo y dedicación, y como la mayoría de las veces no los tenemos, el prejuicio se hace imprescindible. No tenemos elementos suficientes para juzgar, pero si no prejuzgamos tampoco podemos actuar.

El problema con los prejuicios es que necesitamos advertir que son sólo eso, y que no pueden ser definitivos. Los prejuicios hablan más de nosotros mismos que de las personas que son objeto de ellos; cuando formamos opinión sobre los demás a partir de un prejuicio, lo hacemos basados en nuestra propia historia, forma de pensar y percibir al mundo.

Quienes son responsables de conducir una organización interactúan con decenas o cientos de personas, algunas de forma más cercana, otras de manera superficial. También asumir una posición nueva en un nuevo sector obliga a trabajar con información incompleta sobre el resto del equipo. Ambos casos pueden dar lugar a una profunda falta de acción, o inoperancia, si no se forma opinión en base a lo que podríamos llamar prejuicios operativos, los cuales podríamos definir como aquellos prejuicios que, ocupando un espacio vacío en nuestra percepción del mundo, nos permiten completar otros pensamientos y de ese modo racionalizar mejor nuestra experiencia para tomar decisiones.

Por supuesto que nuestras decisiones serán siempre mejores cuanta mayor información tengamos. Por este motivo, con el tiempo debemos revisar nuestros prejuicios, ya que tienden a permanecer en nosotros, y no cambiarán si no hacemos un esfuerzo a nivel consciente. Una vez que hemos logrado formarnos opinión sobre algo desaparece la tensión interna que nos impulsa a conocer más, y nos conformamos. 

Tener prejuicios no es malo, siempre que nos ayude a mantenernos en movimiento. Pero saber que lo que tenemos es un prejuicio, es aún mucho mejor. Con tiempo y dedicación podremos formarnos una opinión más productiva.